viernes, 1 de octubre de 2010

HOSPITAL SAN AGUSTÍN - Avilés-

Al Director General,
-Hospital San Agustín-
le reclamé -con un fin-
Plazas para invalidez;
pero la ilusión - tal vez-
no va tener un buen fin.

Por un “bendito” accidente,
que no quiero recordar,
rogué, que no es mendigar,
por una plaza bendita,
pues mi corazón se agita,
por dar tan solo tres pasos;
pues la sangre, por mis vasos,
circula, si yo acelero;
Pero mira, dónde veo,
que cuando voy a consulta,
todo se me dificulta,
porque las plazas no veo.

Las plazas son para taxis:
¡los inválidos no existen!
y si los hay -si resisten-
llegarán a la consulta,
pero esto, ya me resulta,
una aptitud “sospechosa”;
porque, si es limpia la cosa,
deben de reconocer,
que hasta un necio ha de saber,
que quien cumple su deber
de una forma decorosa,
es libre, cual mariposa,
que puede volar ligera,
de flor en flor, donde quiera,
pues su libertad es grande;
más a mí, con mi calambre,
y todo mi sufrimiento,
clamo a Dios, y no os miento,
para que exista justicia,
pues solo veo avaricia
en el corazón humano,
que cuando ya está en la cumbre,
dice: No hay quien me derrumbe;
¡Pero vive derrumbado!

¿Con qué puede argumentar,
quién comete tal patraña?
¿Creerá que al mundo engaña?
¿Es que “yo” no sé mandar?
¡Hay insectos que al volar,
les puede atrapar la araña!

El hombre al sentirse justo,
comete una estupidez,
yo también -alguna vez-
como todo ser humano,
he deslizado mi mano,
por la pura insensatez.

Quien quiera reflexionar,
que ponga por meta, el bien,
voy a decirle con quien,
debe aprender con presteza;
pues de los pies a cabeza,
no tenemos nada bueno,
debe de ser el veneno
que viene de los ancestros,
y así, llegamos a Adán,
y esto es lo malo que dan,
los frutos del bien y el mal,
por oír malos consejos.

Yo he leído, y escuchado,
palabras de gran poder,
que me vinieron hacer
un gran milagro en mi vida,
curándome toda herida
que había en mi corazón,
pues el necio, sin razón,
yerra, y se cree justo;
y luego paga el disgusto
de tal tamaña torpeza,
fruto de la sutileza,
porque al no encontrar la paz,
es como el ave voraz,
que va buscando carroña,
y esto no es broma, ni "coña"
es una razón veraz.
Hubo un hombre muy sencillo
que no estudio el bachiller;
pero trabajó en taller,
de oficio, carpintería,
humildad, sabiduría,
prudencia, y todo amor,
sufrió por mí gran dolor,
cuando yo no lo sabía.

Si mis palabras son fuertes,
ahora le pido el perdón;
pero digo: ¿Hay razón,
de no dar agua al sediento,
ni de comer al hambriento?
¡O es que vivo de ilusión!

Cecilio García Fernández
Gran Invalidez

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