Sabes de mi amor sincero,
-desde que te conocí-
y sabes lo que te quiero.
Tú das la vida por mi.
Sé que no puedes quejarte,
aunque tengo mil defectos;
más no voy a quebrantarte,
pues prefiero los afectos.
Una esposa que me amara,
era lo que yo quería.
Me correspondiste bien;
yo tanto no merecía.
Me diste un hijo muy bueno,
muy amable y cariñoso.
Eso es lo que yo pedía.
¿Existe algo más hermoso?
He dado gracias al Padre
por la esposa que me dio,
y el Padre, que es Dios Eterno,
todo me lo concedió.
.
Se hizo Tu voluntad,
con la más pura armonía,
y además, con tu bondad,
nos inundas de alegría.
Le has concedido un esposo.
¿Es quién le correspondía?
Yo estoy lleno de defectos,
pero lucho día a día.
Y seguiré en esa lucha,
por su vida y por la mía.
Como ya tenemos años
voy a pedirte un favor:
¡Llévanos a los dos juntos,
para no tener dolor!
¡Las ausencias son terribles
cuando hay verdadero amor!
¡No me dejes a mi solo,
yo quiero partir primero!
Sé que soy un egoísta;
pero querer, si te quiero.
Fuimos a muchos lugares,
y siempre modestamente,
porque orgullo no tuvimos,
aunque lo ignore la gente.
Bajos, siempre en figurar;
pero altos, en el trabajo,
y el Señor nos premió mucho,
por empezar, desde abajo.
Gracias Padre por guiarnos,
por los caminos más rectos,
ya sabes que hemos luchado
para no tener defectos.
Por eso al hablar de ti,
hablo con mucha razón,
viviendo con esperanza,
y también con ilusión.
Hemos trabajado mucho,
con placer, y en armonía;
pues trabajo, con amor,
siempre produce alegría.
También tenemos espinas,
como todo ser humano;
pero son bastante finas,
y no traspasan la mano.
Dios te somete a las pruebas
que debemos resistir,
para saber nuestra entrega,
para crecer y vivir.
Después de pasar las pruebas,
Volvemos a resurgir,
para seguirte adorando,
hasta el día de partir.
Cecilio García Fernández
San Martín de Podes
No hay comentarios:
Publicar un comentario