Hospital San Agustín:
Antes de existir Consultas Externas, había 5 plazas, cerca de la entrada principal. (Gran Invalidez). Ahora con el edificio nuevo, nos dejan con dos plazas para todo el Hospital, y están más alejadas de las puertas principales. ¿Quién me compra este misterio?, porque misterio, lo hay.
¿Dónde aparcamos los coches,
los que estamos mutilados,
enfermos, e invalidados,
si al solicitar las plazas,
nos han dado calabazas
y nos dejan olvidados?
¿Quién es nuestro Director,
si es que se puede saber?
¿Por qué goza del poder
de abusar del indefenso,
y actúa cual ipertenso,
y obra con tan mala fe?
¿Aplaco mi turbación?
¿Lucho contra la injusticia?
¿Por qué existe la avaricia
en el corazón humano?
¿Por qué no me das tú mano
y olvidamos la injusticia?
¿Cómo es posible, Señor,
que predomine la usura,
sabiendo, que ésta basura,
es causa de gran dolor?
¿Qué precio tiene el amor?
¡Lo tiene, si no hay cordura!
¿Cómo es posible creer,
que se piense ingenuamente,
de una forma tan incruente,
sin saber, que debo hacer,
si abusar, o defender,
al más débil, o al más fuerte?
Todos los supermercados
velan por su clientela,
porque les damos la tela,
y ellos, nos dan buenas plazas,
y aquí, nos ponen mordazas,
“Te las tomas, o las dejas”.
Con el nuevo pabellón,
en vez de sumar, nos restan,
te dan golpes en la “cresta”.
¿Es que no existe razón,
o es que falla el corazón,
y no sirve la protesta?
En las puertas principales,
Allí, aparcan taxistas,
igual que exhibicionistas.
¡Hay muchas cosas “casuales”
y también las hay banales;
mas todo queda a la vista.
¡Viva la “sabiduría”!
¡Abajo la honestidad!
¡Abajo toda igualdad!
¡Ayudemos al más fuerte!
¡Todo inválido es inerte!
¡Abajo la libertad!
Debo rendir mis respetos,
y mi gran admiración,
por tan noble vocación,
del personal que trabaja;
si hay quien no les agasaja,
yo no les doy la razón.
Desde doctores, a guardas,
sin nombrar escalafón,
a todos, de corazón,
les debo mucho cariño,
¡mirar que no soy un niño;
pero tengo un corazón!.
Los detalles más pequeños,
cuando de humanos hablamos,
no sirve lavar las manos,
si desprecias al “pequeño”,
anda, cambia, pon empeño;
porque no somos gusanos.
Perdón por toda la ofensa,
perdón; más no difamé;
perdón; pues yo perdoné;
pero insisto en mis razones;
decidme, ¿cuándo sabré,
si es que va haber soluciones?
Si mis quejas no se escuchan,
o no se quieren leer,
bien pudiera suceder
que la conciencia más dura,
llegue hasta la sepultura,
a quien no quiso ceder.
Cecilio García Fernández.
Gran Invalidez
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