Por fallos de los doctores
padeciste más de un año;
pasamos mil sinsabores
por causa de tus dolores
que nos han hecho gran daño.
Un doctor particular,
cuyo nombre siempre oculto,
nos ha causado un gran mal
por diagnosticar fatal,
que es como esquivar el bulto.
Que no existió mala fe,
Dios sabe, que no hay ni duda;
pero mucho hay que aprender,
humillen se alguna vez,
o que la lengua sea muda.
El doctor particular
nos dice, con su inocencia,
que es cosa de psiquiatría,
otra rama de la “ciencia”,
de las que abundan hoy día.
Vamos a San Agustín,
-y la ingresan, un mal día-
diciendo: ¡No tiene nada!
puede marcharse tranquila,
y el mal, la estaba matando,
y el “sabio” nada sabía.
Le aseguran, con certeza,
que nada debe temer,
porque no hay nada maligno,
porque ellos lo pueden ver,
pues son doctores -muy sabios-
que aciertan “alguna vez”.
Otro doctor, con comillas,
dice que vaya al psiquiatra,
ya que el páncreas va muy bien,
y es que de nervios se trata.
¡Pobre Josefina mía!
¿Por qué la “ciencia” maltrata?
Pruebas, más pruebas, y ensayos,
pinchazos en abundancia,
porque su mal no desiste,
por no ser un mal pequeño,
y es que el mal cruel, se resiste,
porque la verdad, no es sueño.
Le dicen: ¡No tiene nada,
vaya tranquila a su casa!
La volvemos a ingresar,
y nos vuelven a engañar,
por no saber lo que pasa.
Tiene el intestino lleno,
y eso lo debe expulsar,
y se le irán los dolores,
y ya no habrá más clamores.
¿Qué más la podemos dar?
Vamos de "acierto en acierto"
hartos de pena y dolor.
Tú te estabas consumiendo,
y todos lo estamos viendo,
y te damos nuestro amor.
Has recibido mil besos
de tus seres mas queridos,
y mientras Dios nos de vida,
no estarás en el olvido,
por lo que me has bendecido.
Cuando viste “la verdad”,
pues te has dado buena cuenta,
hablabas del Evangelio,
repitiendo siempre, ¡amor!
en medio de tú dolor,
cuando ya no había remedio.
Ahora que me encuentro solo,
en esta casa tan grande,
quisiera partir contigo
como parte el emigrante,
pues al faltar me tu amor,
me siento triste y errante.
Al encontrarme tan solo,
pido a mi Dios Soberano,
que no caiga en tentaciones,
y apremie, en oraciones,
y no viva de ilusiones,
porque yo siempre te he amado.
Se ha agotado tú existencia;
pero yo te sigo amando,
¡espérame bien vestida!
que aunque ahora sangra mi herida,
gocemos en la otra vida;
aunque ahora yo estoy penando.
Tu esposo.
Cecilio. -6 junio 2.006-
Doctores: Perdonar mis palabras y mis sátiras; pero en estos momentos estoy muy dolido. Lo escrito, es muy cierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario