Aquí solo, con silencio,
-cuando me pongo a escribir-
pienso en las penas del alma,
que hay que llevarlas con calma,
pues triunfar, es resistir.
Sé que me estás esperado,
ahí -en la Eternidad-
mas sé, que no estas penando,
y me esperas. ¿Hasta cuando?
¡Eso Dios nos lo dirá!
Te fuiste, con muchas prisas,
dejándome desolado;
pero Dios te ha bendecido,
pues yo siempre te he querido,
¡fue mucho lo que me has dado!
Te has marchado por la noche
cuando yo estaba durmiendo,
no pudimos despedirnos;
¿qué es lo que íbamos decirnos?
¡quizás hablarnos por sueños!
Cuando recibí el aviso
de tan terrible suceso,
me quedé desfallecido,
solo, triste y muy herido,
por no haberte dado un beso.
¿Qué es la vida? -me pregunto-.
¿Quién me quiere responder?
Cristo ya nos dijo un día,
que él es Dios, y lo sabia,
y ahora sé lo que de hacer.
He de tener gran paciencia,
he de tener mucha fe,
he de estar siempre a la brecha,
y luchar por la cosecha;
lo que se siembra, se ve.
Digo, que me encuentro solo;
mas no es cierto lo que digo,
porque Dios nunca abandona,
y él, a sus hijos condona,
si estamos bajo su abrigo.
Cincuenta años de estar juntos
es un tiempo muy prudente,
pero me parece poco,
o quizás estaré loco,
o no seré consecuente.
Voy luchando y resistiendo,
porque la vida es muy dura;
mas quiero ser consecuente,
porque el luchar con la gente,
es la guerra que perdura.
El mundo da confusión,
mentiras e hipocresías.
En él, no está la Verdad,
porque todo es vanidad,
desconcierto y fantasías.
La ambición, es una meta,
el dinero, el resultado,
el poder, es falsa gloria,
que anida en nuestra memoria,
por vivir equivocados.
Josefina: Tú has partido,
terminaste tú carrera:
Ahora estás en otra vida,
y yo sigo con la herida,
como otro mortal cualquiera.
De una cosa estoy seguro:
¡Nos volveremos a ver!
Y juntos, sin sufrimiento.
¡Felices, sin un lamento,
seguirá nuestro querer!
Se terminarán las guerras.
Nuestras lenguas no critican,
no viviremos a obscuras,
no existirán sepulturas,
porque nada mortifica.
¡Hasta pronto! ¡Tú me esperas!
Yo seguiré tú destino,
la paz, es nuestra carrera;
pero el necio, en su quimera,
solo busca el desatino.
Navidad 2006
Cecilio García Fernández
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