lunes, 18 de octubre de 2010

LA PLAYA DE LA GUILERA -San Martín de Podes- Gozón -Asturias.

Recuerdos. ¡Gratos recuerdos
que jamás podré olvidar,
porque la mente es muy sabia,
y no hace más que archivar!

Recuerdo, cuando de niño,
y también de adolescente,
iba por agua a la fuente,
y luego, bañarme al mar.

Con bañador en la mano,
y las alpargatas rotas,
corría hacia La Guilera,
igual que las cabras locas.

Iba con Juan de Francisco,
que Dios le tenga en la Gloria,
y también con Rufinín,
y todos los de Victoria.

Corríamos como los galgos,
en frenética carrera,
bajando por La Guilera,
y luego venía el descanso.

En la arena pura y limpia
nos tumbábamos al Sol,
y hoy recuerdo con nostalgia
que la vida es un dolor.

Cuando íbamos, al baño,
porque el cuerpo lo desea,
nos zambullíamos todos
en aguas de “mi” Guilera.

¡Adiós Guilera del alma,
que te tengo que olvidar,
porque ahora, estoy herido,
y no puedo correr más!

Ahora tengo los recuerdos
que ya no podré olvidar;
como han sido los maestros
y maestras del lugar.

Recuerdo con gran nostalgia
la separación de niños,
por no crear amistades
ni activar nuestros cariños.

Entre las niñas y niños
no existió la relación,
por causa de la cultura
fruto de la religión.

Dios no separa a sus hijos;
sobre todo a la inocencia;
porque Dios a todos dijo:
La relación es esencia.

Cuando no te relacionas
no te pueden conocer,
y no tendrás amistades
que te ayudan a vencer.

Que no aíslen mas a nadie,
que no causen más dolor,
porque no vuelve la infancia,
que es nuestro primer amor.

Cuando se guardan distancias,
llegan las desavenencias,
propias de malas conciencias,
por exceso de arrogancia.

Por falta de relaciones
hay distancias peligrosas,
incluso entre familiares
suelen pasar estas cosas.

Actuemos con prudencia
que somos muy semejantes,
todos con poca paciencia,
y bastante dominantes.

No hablemos mal del amigo,
que el amigo es lo mejor.
¿Sabes bien por que lo digo?
¡Porque existe poco amor!

Perdonemos las ofensas,
porque todos ofendemos;
ya que nuestra lengua es larga,
y muchos no lo sabemos.

La crítica se descubre
y corre muy deformada,
por eso, lo que decimos,
destroza a la gente amada.

Hay que defender al débil;
pues todos le atropellamos,
porque todos somos hombres,
y están sucias nuestras manos.

Bendigo a Pepa del Campo,
y también a Generosa,
a Rafaela Benita,
y los de La Polvorosa.

Recuerdo a los de Martín,
y hasta Celesta y Celesto,
también los del Regarín,
y a los de Casa del Puerto.

Recuerdo a los de Boliche
y a Mamina Recaxada,
y a los de Casa El Cantón
y los de La Rebollada.

También recuerdo a Ramona,
que fue una buena Condesa,
aunque trabajó en la Llosa,
con mucho amor y destreza.

Recuerdo a todos los viejos;
pero ya no hay más cuartillas;
por eso pido perdón
poniéndome de rodillas.

Recibir todos un beso de,
Cecilio García Fernández

1 comentario:

  1. Cuando uno ya llega a los 82 años (2.010) se siente mucha nostalgia por aquellos tiempos de la infancia y pubertad, principalmente, y es que la vida se va consumiendo minuto a minuto. El pasado no existe, y el futuro tampoco. Lo que se vive, se disfruta y se sufre, es el momento presente. Somos tan frágiles y expuestos a tantos peligros, que podemos asegurar que no somos nada. Dios es nuestra única esperanza, de no ser así, no merecería la pena vivir, por eso, almas desorientadas y muy limitadas por no conocer a Dios, prefieren quitarse la vida antes que vivir con tanto sufrimiento. Hay si llegáramos a conocer los millones de almas que tienen esa idea en la mente; pero que no llegan a ejecutarlas, por múltiples razones que solo Dios conoce. Que Dios bendiga a los millones de niños y ancianos que se mueren de hambre, viviendo en la pura miseria, pasando frío, hambre, enfermedades horribles, sin un médico, sin amor, humillados y despreciados por los hombres, solo pendientes de robar para tener más, pues esa es la condición de todos nosotros. No nos hagamos los buenos pues ya hemos nacido sentenciados y tenemos más amor a un animal, porque nos da cariño y fidelidad, que un hermanos nuestro, ya que todos somos hermanos, admitamos-lo, o no; pero esa es la realidad cruda y verdadera, para nuestra desgracia.

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