lunes, 6 de septiembre de 2010

EL NECIO

Es tenaz, como el acero,
No esperen verle cambiar;
Deseo de mejorar,
En su necedad, no cabe,
Si le apetece, se cierra;
Y si le parece, se abre.
El jamás entra en razones,
La razón, no la conoce,
Nació necio ya en el vientre,
Y se cree muy valiente,
Y por eso no razona.
Mas, ¿qué podemos hacer
Con tamaño semejante?
Dejarle, es lo mejor,
Y amémosle, sin rencor,
Porque si ha nacido bruto,
También podrá ser corrupto,
En sus variadas facetas,
Y en las líneas mas correctas,
Jamás le vamos a ver.
Y ¿qué podemos hacer,
Si el camino es tan estrecho?
Solo dar golpes de pecho,
Pues, tan terco personaje,
Solo esperemos ultrajes,
Y démoslo por bien hecho.
Semejantes personajes,
No pueden amar a Dios,
Porque se aman ellos solos,
Y son, igual que inodoros,
Que aunque los perfumes todos,
Despiden muy mal olor.
Son tercos, como borricos,
No tienes la marcha atrás,
No modifican conductas,
Suben montañas abruptas,
No cambiarán sus conductas,
Pues no pueden razonar,
Y aquel que quiera cambiarles,
No podrá modificarles,
Por ser necio el animal.
Solo nos queda un recurso:
El poder de la oración,
Que bien dirigida al Padre,
Por medio de Cristo Rey,
Se modifica la grey,
Con toda seguridad,
Ya que Dios fundó la Ley
Para amar, y perdonar.

Salinas, 6-9-2010
Cecilio García Fernández

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