sábado, 18 de septiembre de 2010

FORTALEZCAMOS NUESTRA VOLUNTAD

Todos sabemos que Dios nos creo como seres trinos, compuestos de espíritu, alma y cuerpo. (Dios también es trino: Padre Hijo y Espíritu Santo)

Nuestro espíritu es nuestra parte más íntima y es la que tiene conciencia de Dios. Este ser consciente de la existencia de Dios, es el que nos hace distintos de los animales. El espíritu humano tiene la necesidad de adorar a Dios, o a otros “dioses”, como actualmente están haciendo diferentes culturas, incluyendo la nuestra, ya que como sabemos, el cristianismo está dividido, y cada uno cree y adora lo que le enseñan en la infancia.

Dios creó nuestro espíritu para que le conociésemos. Cuando un hombre o mujer se entrega a Cristo como su único salvador, el Espíritu de Dios se une al nuestro, y el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que ahora somos hijos de Dios.

El cuerpo es nuestra parte física. El alma es la parte que une el espíritu con el cuerpo y es donde están todas nuestras emociones y sentimientos, buenos y malos. La mente es el vehículo del pensamiento y el disco duro de nuestro “ordenador, que es quien toma las decisiones. El corazón también toma sus decisiones.

Aún cuando andamos bien delante de Cristo, por la salvación que nos ha concedido, con el alma tenemos grandes problemas por nuestros malos pensamientos, por haber nacido pecadores. Mientras estamos en este mundo es necesario estar siempre pidiendo perdón por nuestros deslices, ya que las tentaciones son grandes y constantes, unas por parte de Satanás, otras por parte del mundo en el que vivimos, y otras por nuestra propia carne.

Las malas tentaciones, pueden y deben de ser rechazadas, si estamos viviendo en armonía con el Creador. Pero si nuestra fe se funda en religiones, recibiremos las falsedades que la religión correspondiente nos suministra. Si queremos vivir y actuar como cristianos hay que ir a Cristo, pues él es la única Verdad.

Jesús es nuestro Salvador, Redentor, única Verdad, único Camino, es Maestro de maestros. Él es todo Amor y no conoció maldad. Él nos ama a todos, a pecadores y no pecadores. Él luchó y lucha para que todos seamos salvos; pero nuestra necedad nos impide creer solamente en él. Resulta menos exigente cualquier religión. Seguir a Cristo es difícil.

La raíz de la cual se obtiene la palabra “salvación” significa liberación, preservación, enfermedad, seguridad, salud, prosperidad y plenitud. La mayor parte de la salvación tiene lugar en nuestra alma, porque ahí es donde principalmente reside la perdición.

Cuando somos hijos de Dios, todo lo malo que nos pasa es para bien. Nos ocurre como a los niños pequeños que llevan un azote y no saben que es para su bien, para corregirle.

Nosotros no estamos capacitados para tomar decisiones acertadas. Nos iría mucho mejor si antes de tomar una decisión consultásemos con el Señor. Tomamos decisiones de acuerdo con nuestros pensamientos, que casi siempre son equivocados, ya que están influidos por muchos factores, como son, la cultura, amistades, padres, hermanos, maestros, compañeros, lugar de trabajo, etc., y de todo este conglomerados de cosas quedan grabadas en nuestra mente recuerdos, hechos, hábitos, costumbres que en su día se manifiestan, para bien o para mal.

En Romanos 8:29 nos dice la Palabra que: a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo. Todo cuanto Dios hace por nosotros siempre es para lo mismo; para conformarnos a la imagen de Cristo. Toda la ayuda que recibimos de Dios es a través del Espíritu Santo, que se recibe al entregar nuestra vida a Jesús. No se recibe por el bautismo ni por ningún otro acto de tipo religioso. Al entregar nuestra vida a Cristro él nos entrega la suya. El Espíritu Santo es quien nos acompaña constantemente.

Pedimos al Padre, por medio del Hijo, y éste actúa por medio del Espíritu Santo. Es tanto lo que Dios nos ama, que muchas veces cuando tomamos una decisión equivocada, él hace lo imposible para que de un acto ó decisión erróneo nos salga algo positivo para nuestra vida, porque él conoce nuestra ignorancia y nos tiene que considerar como nosotros consideramos a un niño de tres años, que quiere salir a la calle con su triciclo, porque ignora todos los peligros.

La voluntad también es necesaria para afrontar la verdad. La verdad sobre nosotros es difícil de afrontar. Nos resulta más fácil ver la verdad sobre otra persona. Los defectos propios, siempre tratamos de ocultarlos, y pocas veces los vemos.

Concretando, el ser humano ve defectos por todas partes; pero no vemos los nuestros. Somos unos santos, somos perfectos y queremos que nos lo reconozcan; pero el pecado está en nosotros.

Lamentablemente, solo vemos las faltas ajenas; pero el Evangelio nos enseña a ver nuestras mentiras. El Espíritu Santo es una realidad en nuestra vida, diciéndonos: ¡Detente, que vas desenfrenado con tú vanidad y tú soberbia! San Juan 8:32. Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres.

Cuando Jesús nos habla de libertad ó de Verdad, se refiere, entre otras cosas, a las ataduras que tenemos, que pueden ser, todo tipo de vicios, infidelidad a la esposa ó esposo, droga, robos, mentiras y todas cuantas maldades existen, que son muchas. Jesús nos puede librar de todas esas ataduras; pero siempre tenemos que dar nuestro consentimiento, debido a que nos creó libres como palomas.

En nuestras diarias oraciones (hablar con Dios como hacemos con un padre), tenemos que reconocer nuestras faltas, ya que las conocemos. Dios no es nuestro vecino, o familiar que le podemos engañar. Al Señor hay que hablarle claro, con humildad, y demás de pedirle perdón, debemos de rogarle que nos ayude a dejar todos esos males y defectos que tenemos, como irritarnos, no perdonar, no alegrarnos del bien ajeno, etc. ya que sin la ayuda del Espíritu Santo nos resulta imposible vernos libres de tantas ataduras y maldades como anidamos en nuestro corazón.

Dios tiene que ver en nosotros, humildad, sinceridad y si le pedimos ayuda, él nos la concede. ¿Cómo? ¿Cuándo? Ahí es donde tenemos que demostrar nuestra paciencia, ya que Dios actúa “cuando y cómo quiere”. Los tiempos de Dios no son los nuestros. Para Dios todo es eterno. No hay tiempo ni distancia, ni mucho ni poco. Hay que estudiar la Palabra de Dios y recapacitar sobre estos temas que, si los ignoramos nos parecen frivolidades, cuando realmente, en ellos radica la única Verdad.

Sabemos que nos resulta difícil comprender las cosas de Dios porque somos humanos, y si no vemos a través de su Palabra, nos falta capacidad para comprender y saber sus cosas.

Humillémonos y comprobemos que nada somos; pero estamos hechos a la imagen de Dios. De no ser así, ¿qué sería de nosotros? Para los que no creen en Dios, ¿qué es lo que les queda? ¿Les merecerá la pena vivir?

Fortalezcamos nuestra voluntad para adorar, bendecir, amar y glorificar a quien nos ha puesto por encima de todas las especies y nos hizo semejantes al Hijo de Dios y formamos parte de él, ya que somos su cuerpo y él es la cabeza.

Todos los que creemos en Jesús como nuestro único Salvador, formamos su Iglesia. Saber que Dios no habita en edificios de cuatro paredes, como indica su Palabra. Tampoco habita en un lugar llamado sagrario, con todo el respeto, debido a que Jesús no está allí en pequeños trozos para ser comido por nosotros. Sus Palabras han sido alegóricas, son metáforas para explicar un hecho. Jesús nos dijo a todos: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.”. También dijo Jesús: yo soy la puerta, el camino; pero sé que a nadie se le va ocurrir, pensar ó creer, que Jesús es una puerta.

Sé de un sacerdote que dejó sus hábitos por haber visto las partículas enmohecidas, y le afecto tanto que se dijo: Si estas partículas fuesen realmente la carne de Jesús, no estaría en éste estado de putrefacción. ¡Normal!

Debemos de comer el pan, que representa su cuerpo; pero también beber el vino, que representa su Sangre. ¿Por qué no se bebe el vino? Porque estamos ante obras de hombres que no andan ni viven de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Es triste; pero real.

¡Mirar como está este mundo, corrompido totalmente! Si toda la humanidad creyente depositara en Cristo Jesús toda la esperanza y fe, no habría tantas guerras, violaciones de todos los derechos humanos, de las personas individuales, droga, robos, crímenes, abortos, muerte de niños y ancianos por hambre y abandono. ¡Por favor, hombres de buena voluntad! Poner vuestros ojos, mente y corazón, en Jesús, por vuestro bien y el de toda la humanidad.

Ver que, en los países de más desastres, por terrorismo, sobornos, abuso de menores, y otras muchas corrupciones ya mencionadas, se realizan en naciones donde el cristianismo impera con mayoría absoluta, y se nombran santos a dedo. ¡Jamás doblar vuestras rodillas ante un hombre, ni besar su mano. ¡Quién tal cosa hace está ofendiendo a Dios!

Cecilio García Fernández
San Martín de Podes

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