Horas alegres y tristes, que me vais marcando,
sin saber mi final, ni ese tiempo que resta, para irme.
Aumentarlo por favor, que no es herirme,
y aunque lucho por vosotras, no se hasta cuando.
No decirlo. Perdón, seguir siempre callando.
Ya llegará el momento exacto, para poder contarlo.
Hasta el día que el amor me esté mostrando,
que el vivir no es penar, ni estar llorando;
pero, pensar que yo, también estoy pensando,
y el mal vivir, fue por traición de aquel pecado,
porque el penar, como el sufrir, no está olvidado,
pero en la Cruz, por ti, y para mí, quedó saldado.
Por eso al tiempo, mi tiempo le estoy dando.
Con el trabajo que mi humilde mente desarrolla,
aunque a veces, te agotas y te embrollas,
y no es claro el mensaje, que en mi brota;
pues las mentes e ideas no se frotan,
para que den más luz, si se alborotan.
Por no saber que tú, me estas llevando,
hasta al fin de mi ser, que es mi destino,
quizás, tal vez, yo habré andado en desatinos,
por ignorar que tú, Señor, me estás amando.
Bendito aquel amor que está soñando,
esperando en la puerta final, de su camino.
Horas pasadas, malgastadas, perdidas,
por no saber que amar, es valorar el tiempo.
Y hoy sin temor, sé bien que lo lamento,
pero el amor de Dios, nos cura las heridas;
porque en la Cruz, hay almas redimidas,
ya que Jesús, desde la barca, paró el viento.
Voy contando las horas que me quedan,
como el final, recurso, o existencia de mi vida;
las afronto con amor, y con pasión bien definida,
porque en Cristo, mi Rey, he puesto la esperanza,
más ilusión, verdad, amor y fiel perseverancia,
que son la causa eterna de mi estimada vida.
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
No hay comentarios:
Publicar un comentario