¡Cuántas veces al hambriento
no le queremos ni ver,
ni le prestamos la ayuda
que el debe de merecer!
¡Cuántas veces el sediento
no tiene donde beber,
o el agua que está bebiendo
jamás le quita la sed!
Reímos, mas la alegría
¿anida en el corazón?
esto un necio se decía,
y le sobraba razón.
Hay amantes de las guerras
que nunca están satisfechos,
y siguen vendiendo armas
y dan mil golpes de pecho.
Los que cercan las ciudades,
siempre son los harapientos,
pasando calamidades
hambre, sed y sufrimientos.
Estos pobres mal tratados,
por esta hambruna existente,
están todos “mutilados”,
y el mal sigue persiste.
Mientras pocos tengan mucho,
muchos, poco van tener,
y esto lo dice uno ducho,
que sabe lo que hay que hacer.
Si quien ha creado el mundo
entrara en los corazones,
cambiaríamos de rumbo,
y entrávamos en razones.
Todo está mal repartido;
mas hay frutos abundantes;
pero, por los pervertidos,
sufren los que andan errantes.
Hallar un hombre perfecto
es buscar una quimera,
o si quieres un anhelo
u otra esperanza cualquiera.
Los que vivimos muy bien
nadamos en la abundancia;
pero ¿sabemos por qué?
exceso de redundancia.
Es que no existe justicia
por la carencia de amor,
por causa de la avaricia
el orgullo y el rencor.
Hemos perdido la meta,
tenemos mala visión,
somos como la veleta
que cambia de dirección.
Tenemos el reglamento
al alcance de la mano;
y es el mejor instrumento
que hoy posee el ser humano.
Es un libro de consejos
con una instrucción divina,
para jóvenes y viejos,
para salir de la ruina.
Sus palabras son tan sabias
y su enseñanza es perfecta,
que con mediana cultura
cualquier hombre la detecta.
.
Cristo nos marca el camino
que debemos se seguir,
comportarse con atino
para poder proseguir.
Salmos, Proverbios y cartas,
que Pablo nos escribió,
son la gran sabiduría
que nuestro Dios nos donó.
Su Palabra es enseñanza
para la mente y el alma,
para el corazón del hombre
que vive sin esperanza.
La Palabra nos penetra
como espada de dos filos,
no la sacar de la mente,
que es la que nos tiene unidos.
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
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