Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios. Romanos 10:9; 5:1.
Éstas divinas palabras son la respuesta que tantas almas buscan para su salvación. Nos complicamos la vida con religiones que buscan su interés y no salvan a nadie, ya que todas ellas se alejan de Cristo ó lo tienen en un plano muy bajo, al aceptar santos, santas, vírgenes, patronos, etc. que han sido personas como tú y como yo. Otras religiones ó sectas creen salvarse por las obras que hacen; pero Jesús dijo: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda la ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado y no tengo amor, de nada me sirve CORINTIOS 13:1 al 6..
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.
Al leer estos versículos, es fácil comprender cuan grande es la misericordia de Dios, ya que nadie puede tener tanto amor como para cumplir con los versículos citados. Hay quien cree que nos salvamos por obras y por lo visto, la muerte de Jesús no sirvió `para nada. ¿Qué valor puede tener que demos limosnas ó nos dediquemos a cuidar enfermos?
Eso es un acto de amor, porque Dios también da amor a los incrédulos, es un acto de caridad, de conciencia, porque hasta los hombres más malvados tienen algo de conciencia, aman a sus hijos, a su esposa, vamos, que no son auténticos diablos. ¡Es imposible tener fe y no hacer obras!, ya que la fe se demuestra con las obras; pero la fe viene por oír la Palabra de Dios, no por ser “bueno” ya que para saber lo que es bueno y malo hay que leer la Palabra.
Cada ser humano tiene su concepto de lo que es bueno y malo. Para nosotros no existe la verdad. En éste momento recuerdo ese refrán que dice: Nada es verdad ni mentira, todas las cosas se ven, del color del cristal con que se miran.
¿Por qué discutimos tanto? Por la sencilla razón de que todo lo vemos distinto, diferente. A ti te gustan las rubias, y a tu hermano las morenas; a mí me gusta el arroz y a ti, azúcar morena. Todo lo que vemos, oímos, comemos, palpamos, olemos, gustamos, etc., es diferente, para cada persona, y nadie tiene la razón; es que somos diferentes. ¿Quién se equivoca? Todos nos equivocamos, por eso Jesús dijo: Yo soy la Verdad, y no hay más razón que esa.
Para los hombres, todo aquel, o aquella, que no hace mal, ya está haciendo bien; pero esto no es cierto, ya que solo Dios conoce los pensamientos, que suelen ser peores que las obras, por malas que estas sean.
Para poder tener fe y sacar el máximo provecho de la Palabra de Dios, hay que orar, pidiendo a Dios que nos abra los ojos, que nos de entendimiento y sabiduría, ya que de lo contrario, la Biblia solo sería un libro de mucho valor; pero no serviría para salvarnos; porque la letra mata; pero el Espíritu vivifica, y la Palabra de Dios es Espíritu, aunque nos resulte difícil comprenderlo.
¡Abre nuestros ojos Señor, y nuestro entendimiento, para que podamos serte útiles y fieles, haciendo tu voluntad.
Los ojos abiertos son los ojos de la fe, la que descubre las maravillas divinas, los que nos dejan comprender los misterios de Dios, los que nos acercan a él y se comunica con nosotros con poder y autoridad, los que nos guían, nos consuelan, nos confortan con sus palabras.
Quien tiene los ojos abiertos, no reza por sus muertos, ya que una vez que el alma deja aquí el cuerpo, entramos en un estado espiritual y solo sabemos que hay Cielo e infierno, dicho por Jesús; pero nadie sabe quien se salva, excepto Dios. También sabemos que los que han fallecido y no han oído ni leído la Palabra de Dios, tendrán su oportunidad, porque nadie quedará sin oír su Palabra. Jesús no volverá a por los elegidos hasta que no sea predicada su Palabra en el mundo entero.
Cecilio García Fernández
San Martín de Podes
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