domingo, 15 de agosto de 2010

CUENTOS

La envidia estaba sentada
viendo los vicios pasar,
Y en su triste meditar,
pensaba -con su desprecio-
que el hombre bueno es un necio,
por no querer envidiar.
Yo soy la envidia, la fuerte,
la orgullosa incomprendida,
quizás soy la malquerida
por mí envidiada grandeza,
fruto de mi gran cabeza,
que la tengo muy erguida.
Pasaron cerca de mí,
avaricias abundantes;
orgullosas petulantes,
que no me pueden ni ver,
pues saben que soy el rey
de todos los caminantes.
Sé que la lujuria es fuerte.
¿Cómo lo voy a negar?
La tengo que contemplar
como algo muy exquisito,
y por eso doy mi grito.
¡Que viva la libertad!
Os está hablando la envidia:
No me olvidar por favor;
Pensar que es grande mi honor,
ser prima de la inmundicia,
cuñada de la avaricia,
y hermana del gran rencor.
La idolatría domina
por ser un poder muy fuerte,
y no conoce la muerte;
Aunque siempre existirá,
ya que es grande su maldad,
pues me asusta solo verte.
Tu te codeas con dioses,
suplantando al Dios Eterno,
y no temes el Infierno,
pues te adoran los humanos,
que tienen sucias sus manos,
y un corazón que esta inerte.
A ti, no te dan dinero
ni te visten de oro y plata,
¡Tu eres envidia barata!
Yo vivo del ignorante
que me adora como amante;
y cobro de mis beatas.
Veo pasar al injusto
presumiendo de humildad;
Más es grande su maldad,
pues es otro explotador,
que es causante del dolor
de toda la humanidad.
Os voy a citar, hermanos,
lo que hay en mi corazón,
que son: La fornicación,
la inmundicia, la lascivia,
hechicería, avaricia
falsedad y disensión.
Vi. pasar una lesbiana
cerca de un homosexual,
y quizás, no fue causal,
pues son dos santos del sexo.
¿Sabéis por qué digo eso?
Porque todo me da igual.
Sigue contando la envidia
-a todas sus amistades-
carnales y espirituales,
y otras mil cosas banales,
que no todas son iguales;
Más todas son vanidades.
Desde mi buena atalaya
jamás he visto pasar,
algo que se pueda amar,
pues mis ojos jamás ven,
lo que muchos llaman bien,
y otros dicen que es gozar.
Sé que a toda mi familia,
-Aunque yo soy la primera-
no hacemos buena carrera
para el seguidor de Cristo;
Pero a mí, me da lo mismo,
pues Satanás nos espera.
Nos llaman pecaminosos
y enemigos de lo santo;
más para mí, es un canto
desear lo que otro tiene;
Pues esto si que conviene;
el tener tanto, de tanto.
Yo no puedo comprender
que un hombre muera en la Cruz,
y nos diga que es la Luz,
cuando la muerte es quebranto.
Yo soy como el avestruz,
como carroña, y me aguanto.

Cecilio García Fernández.
Salinas 2006

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