sábado, 14 de agosto de 2010

CUANDO YO UN "RAPACÍN" (niño)

De San Martín a San Juan,
camino del Malecón,
cumplía mi obligación
cosiendo sacos de esparto,
oficio que no comparto
por la falta de ilusión.

Recuerdo a José del Pinche,
a Celesto el de Celesta,
a Josenín de la Cuesta
a Carreño, y Carreñín,
y dejaré para el fin,
Ánibal, el de La Cuesta

Los que no tienen labranza
van a ganarse el jornal,
sé que esto, no es ningún mal;
pero es miseria en el pueblo,
que como único consuelo,
trabaja, sin hacer mal.

Cosiendo, Dios me protege,
pues con muy poca experiencia,
batí un récord, (¡vaya ciencia!)
retenido, sus cien años;
y nadie se llamó a engaños,
aunque tenga poca esencia.

Bendigo a Dios, ciertamente,
pues me dio el don del dibujo,
y aprovechando éste embrujo
cambié de departamento,
celebrándolo contento,
porque ahí, demostré empujo.

El oficio que me asignan,
para aprender sabiamente,
es tener siempre presente
que hay que luchar y triunfar;
pues a nadie pueden dar,
algo, sin ser exigente.

Gozaba con mi trabajo,
luchando con ilusión,
y ésta es la mejor razón
para gozar de la vida,
espléndida y merecida,
porque Dios tiene visión.
Dios me siguió bendiciendo;
¿Qué mérito tengo yo?
¡Lo tiene, quien me lo dio!
Quien me ha dado en abundancia
casa, trabajo y ganancia;
Me aceptó y me perdonó.

En amores fui dichoso
porque me ayudó a buscar
la mujer que me iba dar
muchos años de alegría;
Pero mi Dios ya sabía
que me la iba llevar.

Yo bien que siento su ausencia;
Pero goza de la gloria,
yo la tengo en la memoria,
¿Cómo la voy a olvidar?
Tengo que me resignar;
pues soy hombre de memoria.

Juntos nos arrodillamos
y cumplimos la promesa,
y juntos, siempre en la mesa
pedimos las bendiciones,
e igual que en las reuniones,
nos besamos por sorpresa.

En su vida laboriosa
nadie la pudo igualar,
y honesta, no vanidosa,
no puede haber otra igual.
¡Espérame por un tiempo,
el que Dios me quiera dar!

Tu polvo está repartido
allá en la finca de Friera,
esto lo sabe cualquiera,
pues tú del polvo saliste,
y tal, como me dijiste,
el polvo es una quimera.

Jamás adoro tus restos,
Adoro al Dios de tu ser,
que me ha permitido ver
mi única mujer amada,
¡Pero todo se hace polvo!
¡y el alma está consagrada!

Te amo: Cecilio.

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