miércoles, 25 de agosto de 2010

EL DESTIERRO

Decidme: ¿Por qué éste mundo,
a tanto joven destierra?
Por la ambición, que me aterra,
y no puedo soportar;
porque es más fácil amar,
que matar en cualquier guerra.

Países, con sus riquezas,
que explotan los inhumanos,
dejan a nuestros hermanos
derivando por las tierras,
y aunque formulen sus quejas,
los tratan como a gusanos.

Les ponemos alambradas,
que son rollos con puñales,
como sí de criminales
estuviésemos tratando;
y no sabemos, ni el cuándo,
ni el como, ni la razón;
más pierdes ya la ilusión,
porque éste mundo maltrecho,
el rico, anda al acecho,
de cazar algún pichón.

¿Acaso esto, será un vicio
que ha tanta gente destierra?
Huyamos de toda guerra,
porque la causa es muy seria.
¡Los hijos de las miserias,
abundan en esta tierra!

Presumimos de cristianos;
más olvidamos a Cristo;
y el blanco, con su cinismo,
chupa como sanguijuela,
y el negro, no va a la escuela;
que para el caso es lo mismo.

Allí donde está la plata,
el oro y otros metales,
dominan los criminales
que se comen todo el fruto,
y luego, al pobre astuto,
le echamos a otros lugares.

Tanto el pobre como el rico
tenemos que ser juzgados,
y luego de examinados,
no es posible arrepentirse;
Por eso hay que decidirse,
¡No vivas equivocado!

Todo el que la hace, la paga,
y ésta es la mejor justicia;
porque abunda la avaricia,
y aquel que ha sido un ladrón,
al final, ya no hay perdón,
por vivir en la inmundicia.

Hacer obras ilegales
es recurso del traidor,
y es semilla del dolor,
porque aquello que se siembra,
ha de nacer la contienda,
de lo malo, a lo peor.
Porque en esta corta vida,
qué provecho has de sacar,
si casi no has empezado,
y ya vas a terminar.

Si has de pedir algo al Cielo.
Pídele sabiduría,
que siempre es mejor el día,
que noche con nubarrones.
Porque no entrar en razones,
es como una cobardía.

No encadenemos a un hombre
sabiendo que no hay delito.
Ni jamás demos un grito
a quien tiene la razón.
Ni robemos del zurrón,
a quien tiene el apetito.

Si andas sembrando consejos,
te tengo que vigilar,
porque siempre es fácil dar;
más hay que hablar con ejemplos,
¿Para que sirven los templos
si nunca has sabido orar?

Cecilio García Fernández
San Martín de Podes

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