El tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera. 2 Timoteo 4:6-7
La persona que escribió las palabras del encabezamiento no vivió en un palacio, ni gozó de los deleites de la vida, ni estaba rodeado de afectos de los suyos, ya que se trata de S. Pablo, que escribió desde una prisión romana. ¿Cuál era pues, el secreto de su felicidad y de su fuerza interior?
Yo lo sé, ya que desde que me entregué a Cristo, confesándole con mi boca y bautizándome, como Juan y el mismo Jesús, he alcanzado lo que jamás había conocido. Yo, por ser sacristán, en San Martín de Podes, Gozón, recé, Dios sabe cuantos rosarios; pero de nada me han servido, ya que Cristo, nuestro salvador, no precisa rosarios. Es más, se trata de una idolatría, pues ponemos la fe en unas personas humas, fallecidas en diferentes lugares y épocas, y nuestro Señor Jesucristo queda olvidado, queda en segundo término. Poco importa que también se rece el Padre Nuestro, todo ello repetido hasta la saciedad, sin salir del corazón, no es una oración sincera. Rezar, orar, que es lo mismo, es hablar con Dios, clamar con todas nuestras fuerzas y fe. Mientras repetimos frases, palabras o rezos, escritos por uno o varios hombres, estamos perdidos. La oración ha de ser individual, o colectiva, en cuanto a nuestra propia necesidad, humana o espiritual. Mis problemas no son tus problemas, tú fe puede ser muy superior a la mía, tu vocabulario será superior al mío.
El Padre Nuestro, que figura en la Biblia, aun es perfecto, sirve como ejemplo de enseñanza, las oraciones solamente han de estar “escritas” en nuestro corazón. Yo que he dicho muchas veces lo que significa la “letanía”. Leer por favor la Palabra de Dios. Ahora no está prohibida, ni castigada con la muerte, como lo estuvo durante cuatrocientos años por los papas, aunque dicen ser “infalibles”. ¡Que Dios les perdone! Aunque ahora ya no pueden quemar personas vivas, no por ello son mejores que los de la época citada. Se sigue con la misma táctica; Cristo en segundo lugar, por si acaso.
Los que, como yo, que viví durante cuarenta años engañado, -perdóneme si le ofendo-; pero conviene saber que Jesús fue maldecido por los sacerdotes de su época, por decir toda la Verdad, manifestada por el Padre, ya que Jesús no dio ni un solo paso, ni dijo una sola Palabra sin el consentimiento de Su Padre, que es el nuestro también, gracias a su sacrificio en la Cruz.
Nadie, ni el mismo Pablo, puede expresar con toda claridad, para que la gente del mundo nos comprenda, de qué es lo que se tiene y se siente al creer, de corazón, en Nuestro Señor Jesucristo. A los que son fieles a las imágenes y otras creencias, Dios les dijo: Os quitaré el entendimiento; pero también dijo: Todo pecado os será perdonado si creyereis en mi Hijo amado.
Los que creemos en Cristo, solamente en Cristo, como dice una alabanza, pecamos como todos, si bien es cierto que el Espíritu Santo pone en nuestra mente el peso del pecado, acompañado de arrepentimiento. El Espíritu Santo nos viene, a los entregados a Cristo, cuando lo pedimos. Así enseña la Palabra, no por bautizarse. En países donde la gran mayoría son católicos, bautizan los niños con ocho días de vida, aunque luego se habla de confirmación, como me han hecho a mí; pero no me enteré de nada, soy sincero. Ahora comprobaréis, sin duda, que casi nadie cree en Dios y menos en los curas, debido a la falta de fe.
Mejor que yo escribe cualquiera; pero creo que lo hago con sinceridad porque lo he vivido. He pasado por las dos etapas, la de las imágenes, el costumbrismo, mucho ritual y nada de espiritualidad, no por falta de voluntad, sino porque la Verdad solo está en Cristo. Así de claro y sencillo. Jesús sigue hoy tan vivo como cuando predicaba por el pueblo. ¡Yo hablo y escribo lo que Dios me ha enseñado en Su Palabra, no es ningún misterio! Perdóname, sigue con lo tuyo, si es que estas palabras de Dios te parecen necias; pero ten presente que, para creer en Dios, o para creer “a” Dios, no hace falta mucha inteligencia humana; más bien al contrario, hace falta sencillez de corazón y mucha humildad.
¿Qué hay que hacer para entregarse a Cristo Jesús?: Qué hay que hacer para entregarse a Cristo: Muy sencillo: Si es que estás predispuesto y crees en él, manifiesta con tu boca, incluso tu solo, que le entregas tu vida a él, que te perdone todo tu pasado de pecado, que te arrepientes de corazón, que te ayude a seguir hasta la muerte, que su Santo Espíritu te proteja día y noche, que le des las gracias por todo, por el oxígeno que respiras, por la comida, por tus amigos y enemigos, por tu existencia, ya que eres único(a), que cada paso o decisión que pretendas tomar cuentes con él, ya que nosotros nada podemos decidir, todo lo ignoramos. Pidámosle sabiduría, no hablo de cultura, pues todos conocemos personas cultas y necias, pedir sabiduría de Dios, de lo alto. Este es un sencillo ejemplo de entrega; pero cada uno ha de decir lo que verdaderamente siente, de lo contrario volveríamos a caer en las repeticiones y costumbres vanas. Gracias si has leído este escrito.
San Martín de Podes, 23-3-07
Cecilio García Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario