El que hizo el oído, ¿No oirá? El que formó el ojo, ¿No verá? El Señor conoce el pensamiento de los hombres. SALMO 94:9 y 11
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Para muchas almas, la oración se limita a la repetición de algunas frases aprendidas de memoria, que pasan de generación a generación; pero eso no es orar, tal como nuestro Señor Jesucristo nos mandó.
Orar es dirigirse a Dios, tal como un hijo le habla a su padre. En toda la tierra, millones de personas pueden hablarle al Señor al mismo tiempo, porque ningún pensamiento de hombre alguno escapa a su perfecto conocimiento. Varios salmos de David lo confirman. “Has entendido de lejos mis pensamientos, todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda” (Salmo 139:2-4)
Orar es exponerle a Dios todas nuestras penas, necesidades, alegrías, darle las gracias por todo cuanto nos ocurre, ya que muchas cosas que consideramos malas, resultan ser una bendición para nuestra vida, porque Dios ve lo más profundo de nuestra alma. Cuando nos habla mediante su Palabra, la Biblia, también quiere que le demos gracias por lo que nos revela. Dios nos escucha a todos, y como Él es Amor, nos responde de acuerdo a su Sabiduría, aunque nosotros no podemos comprender sus misterios.
Los creyentes tenemos el gran privilegio de poder dirigirnos al Padre, por medio de nuestras oraciones, siempre por medio de la intercesión de Jesús., que es quien nos alienta para que nos dirijamos directamente al Dios, recordándonos: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Salmo 105:1, 2, 3, 4 y 5.-Alabad a Dios, invocad su nombre; dad a conocer sus obras en los pueblos, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas. Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Dios. Buscad a Dios y su poder; buscad siempre su rostro. Acordáos de las maravillas que él ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca.
Esto, entre otras muchas cosas, es lo que el Señor nos manda hacer. Obedecerle; pero para eso es imprescindible conocer su Palabra. Para poder hacer la voluntad de Dios, primero hay que saber cual es la voluntad de Dios. Repitiendo oraciones que no han salido de la boca de Dios, es imposible agradarle. Es más, le estamos ofendiendo. El Padre Nuestro es un ejemplo de cómo debemos de orar; pero no lo enseñó el Señor Jesús para que lo repitamos como un loro. Cuan empezamos a decir: Padre nuestro que estás en los cielos, vamos por el buen camino; pero si decimos santa María Madre de Dios, (madre de Jesús como hombre, Dios es imposible que tenga madre) ya estamos ofendiendo a Dios por eso es, en primer lugar, desobedecerle, y en el segundo estamos practicando idolatría, tan castigada en multitud de versículos de la Biblia, concretamente en Exodo 20:1, 2, 3, 4, 5 y 6, donde dice: Y habló Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mi, (los santos y vírgenes que adoran los católicos son dioses ajenos) No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen y hago misericordia a millares; a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Este mandamiento de la Ley de Dios no figura en el catecismo que la Santa Madre Iglesia nos enseñó. No les interesaba y se anuló. La Biblia estaba prohibida para el pueblo y así nos van las cosas. Por eso no me canso de decir: Leer las escrituras y que nadie os meta gato por liebre. Estos días, (primeros de julio 2006) se está adorando a un hombre que llaman papa, y hasta los reyes y príncipes le adoran como a un Dios, inclinando sus rodillas y besándole su mano. (Que Dios tenga misericordia).
Salinas, 17-10-09
Cecilio García Fernández
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