Los espejos nos demuestran,
que el tiempo pasa volando,
y el rostro se va cambiando,
y el “pellejo” se marchita,
cual flor que se debilita,
nacida, en cualquier campo.
Si no existieran espejos
mi imagen yo no vería,
y mi ilusión crecería,
cerca de mi vanidad,
que es una triste verdad
de la que uno desconfía.
Día a día -yo estoy viendo-
con más pena que alegría,
que vivo de fantasía,
ya que, cuando pasa un año,
vemos, el gran desengaño
por nuestras llagas y heridas.
Mí corazón es muy joven
y mi ilusión se dispara;
pues lo mido con la vara
del que vive de ilusiones,
que son muy malas razones,
pues no sirven, para nada.
Si no existieran espejos,
y se fueran los dolores,
y no existieran rencores,
todo marcharía mejor;
Porque reinaría el amor,
y no habría más clamores.
¡Que corta es la existencia,
y cuanto sufre el humano
luchando con sucias manos,
para vivir con placer,
a costa de un pobre ser,
que puede ser un hermano.
¿Por dónde se va la vida?
-Si es que la vida se ve-
Mirar, que yo no lo sé,
y la tengo consumida,
y voy curando mi herida,
para sostenerme en pié.
Me tengo que conformar,
porque el creador no yerra,
Ni nos mandó hacer la guerra;
pues es un Dios omnisciente,
que conoce al ser viviente,
aunque a muchos les aterra.
Muy malos somos los hombres,
por causa de una mujer,
que no quiso obedecer
el mandato del Señor;
Cometiendo un gran error,
que hoy tengo que padecer.
Hoy la mujer -que es astuta-
se enfrenta al ser más querido,
y ha dejado en el olvido
la fruta que se tragó,
y la estoy pagando yo,
porque Dios me hizo marido.
No matar vuestras mujeres
pues no merecen la muerte;
porque Dios nos dio, por suerte,
a todo el género humano,
para que demos la mano
al indefenso inocente.
Después de Dios, está el hombre,
luego viene la mujer;
que nos hace padecer
con su astucia pecadora,
pero aquel que la deplora
tendrá un mal amanecer.
Por eso existe el perdón;
porque ha existido el pecado,
y alguien que se ha equivocado
no ha querido obedecer,
solo por buscar placer,
olvidando lo pactado.
La mujer que no es juiciosa,
te hace tragar el anzuelo,
sin que te quede el consuelo,
ya que igual se va con otro,
diciendo que eres un potro
que precisas un buen freno.
Si formula una denuncia,
-aunque la misma sea falsa-
ya no comerás más salsa,
pues te echará de tú casa,
y ya sabes lo que pasa,
que va con otro, muy mansa.
Por eso, yo recomiendo,
que hace falta la creencia,
porque el Dios de mi existencia,
sabe muy bien gobernar,
y él, a todos ha de amar,
porque le sobra clemencia.
Pongamos la fe en Cristo,
el Rey de la Salvación,
que ha bajado hasta el abismo,
para darnos el perdón.
Cecilio García Fernández
San Martín de Podes
No hay comentarios:
Publicar un comentario