miércoles, 18 de agosto de 2010

DEBES DE CREER

Los que no creen en Cristo
como único Salvador,
son hijos del fanatismo
y me causan gran dolor,
ya que además de cinismo,
no pueden tener amor,
porque que el amor lo da Cristo
y quita angustia y dolor.
Dios ha creado a los hombres,
por su propia voluntad,
y nos hizo -no te asombres-
a su imagen, sin maldad;
Pero el diablo es poderoso
con su orgullo y vanidad,
y engañó a nuestra Eva
con suma facilidad.
El pobre Adán, como incauto,
no se supo defender,
y tragó todo el anzuelo,
y ya no supo que hacer.
Lo supo bien el Señor
y les llamó la atención;
Pero, ¡adiós al paraíso!.
¡Se acabó la salvación!
Ellos pecaron primero;
Pero nosotros también.
El hombre que no es sincero
no puede terminar bien.
Este mundo traicionero
está todo corrompido,
el mundo quiere dinero;
pisando al más afligido.
El rico, siempre más rico,
y pobre, más humillado.
Ellos abren bien el “pico”;
pero tú, siempre callado.
El Señor vino a éste mundo.
¡Fue Jesús, el Redentor!
Pero el hombre, que es inmundo,
no quiso darle valor,
diciendo: ¡No hay Salvador!;
pero en esto se persiste...,
¡Que gran pena y que dolor!
¡Jesús se quedó muy triste,
ya que Jesús es AMOR!.
Hoy somos muchos millones
los que a Cristo veneramos.
¡No vivimos de ilusiones!
Por Cristo, somos hermanos,
y nos sobran mil razones
para frotarnos las manos.
Todo aquel que crea a Cristo
y en sus Santas Escrituras,
no confía en los obispos,
en cardenales y curas.
Las historias de los papas
las conozco de memoria,
y no quiero perder tiempo,
dando vueltas a la noria.
Jesús es la salvación.
Jesús es nuestro camino.
Jesús no hizo Inquisición.
Jesús tomó pan y vino.
Jesús es toda razón.
Jesús no vivió en palacios,
Ni tenia servidumbre.
Jesús no tenía escolta.
Jesús es la mansedumbre.
Sus ropas eran sencillas,
y no tenía cien capas.
trataba con los humildes.
No era jefe de gobierno,
amaba a los infelices,
los que no van al infierno.
Su palabra fue Divina.
Sus actos fueron gloriosos.
Jamás presumió de nada.
No era un hombre vanidoso.
No le ponían altares,
y se sentaba en el suelo.
El no vino a presumir,
él tenía otro consuelo.
Los títulos de Jesús
era tan solo: ¡MAESTRO!
Mira los que tienen otros,
o no te fijas en esto.
Él perdonó, en la cruz,
a todos los pecadores.
No practicó la matanza
como los inquisidores.

Salinas, 16 Abril 2.000
Cecilio García Fernández.

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