Si es vana la esperanza, es terco el pensamiento,
luchando por la vida, siempre en contra del viento,
que arrolla nuestras almas, por fuera y por dentro,
y arrastran cuanto pillan. ¡Cuánto lamento!
Bajas temperaturas, con hambres altas, son un tormento,
y allí viven los niños, mocos helados, y labios muertos,
con sus ropas, o harapos, viven contentos,
descalzos por el barro, caras moradas de sufrimiento.
Con nieves, con heladas, lluvias, barros y vientos,
debajo de una escarpa, llegan derrumbamientos,
que cubren con sus aguas, pobres e inertes cuerpos,
que viven; mas no viven, ¡Siempre están muertos!
Las lluvias torrenciales, arrollan como el viento,
se enfurecen violentas contra el pobre indefenso,
que lucha duramente, sin gemir el mas triste lamento,
en la vida que sufre, como un castigo cruel y eterno.
¡Fabricantes de pobres, de inocentes y hambrientos,
Ladrones corrompidos, hombres viles y cruentos,
sin alma, sin amor, con ocultos y malos sentimientos,
responsables de guerras y otros actos más cruentos!
¡Luchas de religiones, por razones de tercos,
por dominar más tierras, por dominar más cercos,
por mandar más legiones y blanquear lo puerco,
pues limpiando lo sucio vemos blanco lo negro!
Solo hay un Dios amigo, no luches más, inútilmente,
la religión es la ambición que tan cruelmente
destroza corazones sin piedad, de forma terca,
como La Inquisición, que fue tan larga y cruenta.
Aunque el fiero dolor que yo padezco, no me ha vencido,
yo tengo que luchar con fuerza y voluntad, y agradecido,
porque he de mantener a raya, a mi cruel enemigo,
que quiere derrotarme, ultrajarme y dejarme en el olvido
Nadie en el mundo jamás verá dicha derrota,
porque la Paz de Dios, pura y eterna, está conmigo,
porque Jesús, se me ofreció. Yo abrí mi puerta,
y ahora dentro de mí, tengo al amigo como respuesta.
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
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