Hoy la enfermedad de moda,
dicen que es la depresión;
una enfermedad del alma
que tiene una solución.
La depresión es tristeza
que anida en el corazón,
porque existen las flaquezas,
o la falta de ilusión.
Una depresión profunda,
viene a ser, como un abismo;
que quieres tirarte en el;
porque ya te da lo mismo.
Te gusta la soledad
y quieres la independencia;
pero quieres amistades
que tenga mucha paciencia.
Dices: Nadie me comprende.
¿Para que quiero vivir?
y es que estás sufriendo mucho;
pero no quieres morir.
La tristeza es un misterio
que no puedo comprender;
pero sé que hay un remedio
y éste mundo no lo ve.
Nos sentimos defraudados,
carecemos de ilusiones,
estamos desengañados
con maltrechos corazones.
Nos sentimos impotentes,
perdemos hasta la fe;
esto pasó a los profetas
y también le pasa a Vd.
Hay depresión, en los pobres,
hay depresión, en los ricos;
pero es porque algo nos falta,
porque somos muy “borricos”.
Basamos nuestra esperanza
en las cosas terrenales,
como puede ser un triunfo,
ó la bolsa de caudales.
Ponemos toda la carne
en un marido, ó esposa;
en la carrera del niño,
que canta como una rosa.
Cuando nos falta la esposa,
ó cuando falta el marido,
ya llegan las depresiones,
y Jesús en el olvido.
Nos despiden del trabajo,
ó hay contratos de ocho días,
y llegan las consecuencias,
aunque tú no lo sabías.
Mi marido, me fue infiel
y yo estoy enamorada;
ahora tengo que sufrir,
ya que no me queda nada.
Y siguen las depresiones,
y el cuerpo se debilita,
ya que no quiero comer;
y soy una flor marchita.
Nuestro Dios quiere alegrías;
no le gustan tus temores;
por eso, ¡démosle Gloria!
y dejemos los rencores.
Él solo quiere obediencia,
y respeto a Su Palabra,
que es la Fuente de la Vida,
para que Su Puerta se abra.
Vuelve tus ojos a Cristo,
aquel que murió por ti,
pues le tienes olvidado
y dio la vida por mí.
Él conoce tus problemas;
aunque fue muy despreciado,
por los hombres de éste mundo
que le tienen olvidado.
Señor: Te pido perdón,
porque sé que te he ofendido,
cuando no he prestado auxilio,
al pobre, y al afligido.
San Martín de Podes
Cecilio García Fernández
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