sábado, 28 de agosto de 2010

EL GRAN PODER

El gran poder se demuestra,
si tienes mucho armamento,
y verás que yo no miento,

Hoy se habla de terrorismo
con suma facilidad;
pero hay mucha vanidad
y también mucho egoísmo.

Hoy los aviones se estrellan
con poder y precisión,
destruyendo la ilusión
de las “dos grandes estrellas”

Que Dios alivie las penas
de miles de corazones,
que sufren, sin más razones,
que llevar sangre en sus venas.

El orgullo americano
sufrió en su carne el dolor;
más otros, de otro color,
saben quien es su tirano.

Millones de niños mueren,
y esto pasa diariamente,
y el americano miente
al decir que es inocente.

Hay guerras por todo el mundo
con armas americanas
y millones hoy, sin ganas,
reniegan hasta del mundo.

Hoy ya se venden los niños
lo mismo que zapatillas,
y trabajan de rodillas,
sin saber que son cariños.

Se mata por fanatismo,
por razones gentilicias,
por dinero ó avaricias,
que para el caso es lo mismo.

Al verles en la pantalla
con sus rostros demacrados,
nos sentimos desolados
porque no damos la talla.
El mundo está corrompido
por la ambición al dinero,
por estar en lo más alto;
que es lo único que veo.

Para cambiar éste mundo
no sirve la fantasía,
ni sirve la burguesía.
¡Siempre digo lo que siento!

Vivimos como palomas
en medio de carroñeros,
no caigamos los primeros,
éstos nunca andan con bromas.

Solo existe un Salvador.
Solo existe una Verdad.
Solo existe un Creador,
que murió por mi maldad.

La sangre de mi Señor
cambia nuestros corazones,
y no existen más razones
que calmen nuestro dolor.

La oración tiene poder;
pero hay que entregarse a Cristo.
¡Un madero está mal visto!
¡No puede hablar, ni morder!

Los maderos bien tallados
son una obra perfecta;
¿pero a quién abren la puerta?
¡Es mejor estar callados!

La misa no es sacrificio,
es un acto rutinario
que celebran siempre a diario,
y hay quien lo llama un oficio.

El sacrificio sangrante
lo sufrió mi buen Jesús,
clavado en aquella CRUZ,
por mí, por ser arrogante.

Hay que recurrir a él
no vivamos de ilusiones.
Pedir por los corazones
que no le quieren creer.

Cecilio García Fernández.

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