Me han mentido de pequeño, y pagué las consecuencias.
Me han mentido de pequeño, referente a las creencias.
Me han mentido de pequeño, con un buen coste elevado.
Me han mentido de pequeño, ¡Y como me han engañado!
Ya nadie puede engañarme; pues Cristo me abrió los ojos.
Ya nadie puede engañarme; porque he puesto los cerrojos.
Ya nadie puede engañarme, porque fui a la fuente clara.
Ya nadie puede engañarme, pues Jesús todo lo aclara.
Yo me encontraba casado, con un hijo adolescente,
que buscaba siempre a Dios, y lo hacía diariamente.
Yo por saber, por donde andaba, en edad tan peligrosa,
procuré seguir sus pasos, de forma muy cautelosa.
Le seguí hasta una iglesia, que residía en Gijón,
y allí escuche el Evangelio, que es fruto de Salvación.
Allí, cayeron escamas que cubrían nuestros ojos.
¡Todos mis años pasados, fueron de espinas y abrojos!
¿Qué fueron de los rosarios rezados de sacristán?
¡Van cayendo las mentiras, como el no morder el pan!
Se está agotando la farsa de todas las penitencias;
así como “purgatorios”, que se pagan a conciencia.
Las confesiones, engaños. Mentiras aterradoras.
Ahora no valen estampas, ni pomposas procesiones;
Ahora nos salva Jesús, porque le sobran razones.
Jesús nos salva por gracia y no hay más explicaciones.
¡Pocos pagan “indulgencias!" ¡Todo es una fantasía!
Si quieres la salvación, hay que entregarse a Jesús.
Arrepentirse de todo, y seguirle hasta la Cruz.
Luego sí, vienen las obras, que es el fruto de la fe,
si le seguimos fielmente, que es como nos quiere Él.
Hay que leer Su palabra, y Él nos da el entendimiento,
y además cambia las vidas librándonos del tormento.
Si no hay nuevo nacimiento, es porque no existe fe,
que consiste en las promesas de aquello que no se ve.
Ya no existen enemigos. Tenemos que orar por todos,
perdonando las ofensas, pues dejamos de ser lobos.
Con Jesús ya no hay engaños, ni temores por la noche.
Él siempre va con nosotros, incluso dentro del coche.
Él limpió nuestros pecados, orgullos y vanidades.
Él nos ve limpios por dentro. Ya no existen las maldades.
El dolor que me afligía, se ha marchado de mí ser,
por la muerte del Señor, el que me hizo renacer.
¡Oremos por esos niños que se mueren diariamente,
por causa de la avaricia que se anida en tantas mentes!
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
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