domingo, 25 de julio de 2010

ACOMPÁÑAME MAESTRO

¡Acompáñame Maestro!
Porque no quiero andar solo,
en un mundo corrompido
que no conoce el decoro.
Quiero comportarme bien
y guardar tú gran tesoro.
He perdido muchos años
sin conocer tú presencia,
recibiendo desengaños
por no conocer tú esencia,
porque a los niños engañan,
hombres de poca creencia.
Cuantas almas van sin rumbo
por los mares y la tierra,
con los ojos bien cerrados,
y esto es lo que más me aterra,
porque están desamparados,
y siempre viven con guerras.
El enemigo es muy fuerte,
cuando vives en pecado;
Pero si sigues a Cristo
todo queda perdonado;
Por que él, a ti ya te ha visto
cuando estabas quebrantado.
Yo no temo las batallas.
Todas las tengo ganadas,
ya que Cristo vive en mí,
y él tiene muchas moradas,
para todos los que sufren,
como almas desconsoladas.
Mi Cristo, cambia las vidas.
Los hombres no cambian nada.
Cristo no pierde una oveja,
todas las tiene contadas;
Pero si alguna se pierde,
él deja la gran manada,
sube montes, baja valles,
y anda por aguas heladas,
buscando ovejas perdidas,
y las lleva a su manada,
Y en los cielos se festeja
por la oveja conquistada.
Pero; ¿Que somos los hombres?
Los hombres. -No somos nada-
Hacemos muchas maldades,
que no quedan olvidadas.

Señor: Yo tengo dolores,
porque soy de raza humana;
Pero ya me falta poco
para cruzar con mi barca,
navegando, poco a poco;
pero con mucha constancia.
Tú vas en mi humilde barca,
y me animas cuando remo,
y así voy dejando millas,
por ese camino estrecho;
pero, al verte en la proa,
sé que no me tumba el viento.
Tú calmaste tempestades,
tormentas, quebrantamientos,
reprendiste las maldades
que todos llevamos dentro,
librándonos de los males,
de tristezas y lamentos.
Ya nacimos con pecado,
con envidias -que van dentro-
con rencores, atrasados,
causa de muchos tormentos;
Porque no son perdonados,
y esto es historia, no es un cuento.
Yo ya no temo a la muerte,
y estoy feliz y contento.
No me importa lo pasado,
me importa, lo que está dentro.
Nuestro cuerpo vale poco,
y la vida es como un cuento.
Mira como has trabajado,
y todo lo lleva el viento,
por la maldita avaricia
que todos llevamos dentro,
y que nadie te la quita,
y vivirás descontento.
Sube a su barca, Señor,
Ayúdalo, que está enfermo,
que alguno de sus amigos
le hable de arrepentimiento,
y dejará sus maldades,
enraizadas por dentro,
por el pecado heredado,
causa de todo tormento,
que aflige tanto a los hombres.
¡Pero no valen lamentos!


Salinas, 26-11-02
Cecilio García Fernández

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