Por ver tanto desconcierto,
aumentó mi turbación
La moral es un desierto
y lo digo porque es cierto,
y lo cierto, es la razón.
Que Dios bendiga las almas
que ayudan, donde hay dolor,
niños que viven hambrientos,
otros, que están muy sedientos,
por la falta de un amor.
Que Dios nos mande justicia
para vivir libremente,
para matar la avaricia
que alimenta la injusticia,
que atropella al inocente.
¿Qué tiene el hombre en el alma,
que solo piensa en matar?
¡Esa esposa tan querida
siempre ha lavado tu herida!
¿Por qué la has de maltratar?
¿Quién ha metido en tu mente
que eres dueño de las vidas?
¿Tendrás tres dedos de frente?
¿Por qué no eres consecuente
con las personas queridas?
Mira, que no ha sido justa
esa tu sentencia dada.
No vuelvas coger la fusta,
porque la vida, si es justa,
sin amor no vale nada.
No dejar hijos sin madres,
y no ser padres malvados,
es preferible que ladres,
pues los perros son fiables,
y agradecen los cuidados.
Amansa tu excitación,
mira tu comportamiento,
buscar siempre la razón
y no perder la ilusión,
base del entendimiento.
Mira tus faltas -esposo-
¡Mira las tuyas, María!
Mirar, que la vida es gozo,
y quien discute va al pozo,
y ese pozo es la agonía.
Pensar que día que pasa,
no puede recuperarse;
y aquel que juega con brasa,
se quema, si sobrepasa,
lo que debe tolerarse.
Están contados mis meses,
están contados tus días,
y al pensarlo, te estremeces,
y menguas, porque no creces,
¿Dónde están nuestras valías?
¿Por qué malgastar el tiempo
si Dios nos lo da una vez?
¿Por qué luchar contra viento,
contra río turbulento,
cuando yo no soy un pez?
Minuto y hora que pasa
lo tengo que aprovechar,
ya que todo se desfasa,
como le ocurre a la brasa,
que en polvo se ha de quedar.
Alegremos nuestras vidas
mientras podamos vivir,
ya sé que están resumidas
y muchas, ya consumidas;
Mas tengo que resistir.
Las flores dan su fragancia,
los pájaros cantan bien,
las abejas con constancia,
trabajo y perseverancia,
van fabricando su miel.
¿Qué fabricamos nosotros
en este puro vergel?
¡Lo pisamos como potros,
y no ayudamos a otros,
por no saber lo que hacer!
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
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