jueves, 29 de julio de 2010

CANTAR DEL PUEBLO CRISTIANO

Por medio de los cantares,
que es alabanza, con fe,
se entregan muchos millares
de pecadores carnales,
aunque el “mundo” no los ve.

La música, don divino,
con letras del Dios Eterno,
nos embriaga como el vino,
y aparta del desatino,
para escuchar el concierto.

Jamás cantemos a Pedro,
tampoco adorar a Juan,
ni pidas, en un entierro,
por el que está en el destierro,
pues no haces bien, haces mal.

Cantar siempre al Padre Santo,
cantar siempre al Salvador,
y al desnudo dale un manto,
y que no te cause espanto
estas palabras de amor.

No sacar en procesiones
al que murió en el madero,
que es el Cristo verdadero
que resucitó en la tierra,
y le llaman Nazareno.

Que cante el pueblo cristiano,
que cante con alegría
al Cristo de la agonía,
único Dios verdadero
que salva, y da alegría.

Resucitaste a tu amigo,
y anduviste por el mar;
Yo a ti, te quiero cantar,
Maestro de Galilea,
único digno de amar.

Si canta el pueblo cristiano
es que le sobra razón,
pues se inflama el corazón
de la gloria que percibe,
al recibir tú perdón.

Sigue el camino de Cristo
y no te arrepentirás;
¡Ya me dirás donde vas
por este mundo perdido
lo mismo que Barrabás!

¿Quién creó las amapolas
y las hiervas con su flor?
¿De dónde viene el amor
y todo el entendimiento
del que aplaca mi dolor?

¿Por qué alumbra tanto el Sol,
que da vida, y es lumbrera?
Por qué hay hombres sin honor
que no estiman ni una flor,
y andan con tanta ceguera?

Quien tiene sabiduría,
le gusta siempre escuchar.
La necedad del chismoso,
derriban al más coloso
que puedes imaginar.

Sus palabras son muy suaves
y dulces como la miel;
mas son como puñaladas,
traicioneras y bien dadas
que marcan toda tu piel.

Los ojos de quien es necio
vagan por toda la tierra;
La mirada del que es sabio
jamás te dará un resabio,
porque lo malo le aterra.

Para que el necio se calle,
hay que cortarle la lengua,
porque la tiene muy larga,
y es lo mismo que una adarga,
que corta como una flecha.

Un corazón entendido
adquiere sabiduría,
pero el corazón del necio
siempre juzga con desprecio,
con su torpe habladuría.


San Martín de Podes
Cecilio García Fernández.

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