¡Abandonaste a tú esposa
sabiendo que te quería!
No has pensado ni en los hijos
que son tú fuente de vida.
¡La carne, maldita carne!
Tormento y pura agonía
de los débiles del mundo
faltos de sabiduría.
Dios ha creado a la esposa
que es la madre de la vida,
que es la compañera hermosa
la que cura nuestra herida.
Dios sacó de tus costillas
la que fue tú compañera;
para que no vivas solo.
¿Por qué buscas la quimera?
Hágase: Nos dijo el Padre,
pues tu amor bien merecía
la esposa que tanto amaste,
si es que no hubo hipocresía.
Por tú desobedecer,
y andar siempre en rebeldía,
has perdido la mujer
que quizás, no merecías.
Piensa que partiste un cuerpo
que dentro de ti vivía;
pues ella te lleva dentro,
y tú, con hipocresías,
por no ser fiel a la esposa
la mujer que te quería,
que ha sido como una rosa
con su fresca lozanía.
Luego, si ella va con otro,
sacas tú puñal maldito,
y le das diez puñaladas
y no escuchas ni sus gritos.
Y el Señor os dejó juntos,
con la máxima armonía,
diciéndote: Eres cabeza
de tan buena compañía;
ser felices en la tierra;
que tú imagen es la mía;
pero que terco es el hombre,
que sigue con su manía.
Allí en aquel buen jardín,
mi Señor les sonreía,
y hablaban juntos los tres,
y juntos se gozarían;
pero vino la soberbia,
que la mujer poseía,
engañando al responsable
del jardín que ellos tenían.
Ya han pasado muchos años,
ya han sufrido muchas vidas,
ya no se goza de paz,
se han abiertos las heridas,
ya se mueren inocentes,
ya se desprecian las vidas,
pues valen más unos euros
que la esposa que tenía.
Y van pasando los años
y seguimos con heridas,
que son marcas de desgarros
por las vidas corrompidas,
que han dado la espalda al Padre,
que fue quien nos dio la vida,
para vivir con tu amor,
siempre en paz y en armonía.
No abandonar las esposas
por un goce pasajero,
porque se paga muy caro;
pues no es cuestión de dinero.
Cecilio García Fernández.
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