En la larga historia de la humanidad, con mucha frecuencia se ha visto sacudida por la perturbación de los fundamentos morales. Nuestra generación actual está particularmente caracterizada por el abandono de todos los preceptos divinos. Los principios fundamentales que hasta hora constituían el sostén de nuestro orden social y de nuestra vida personal, por desgracia, están desaparecidos, ó son intencionadamente modificados. La honestidad, la verdad, el pudor, el respeto por la autoridad y al mismo tiempo la divina orden acerca del matrimonio y la familia, eran principios que constituían las bases morales de nuestra civilización cristiana. Hoy estas nociones se cuestionan y la mayor parte de la gente las rechaza, porque el nivel moral se halla muy bajo, cuando existe.La legislación tiende a seguir esa corriente y año tras año, se hace más permisiva; facilita el divorcio, el concubinato, el aborto, y la unión matrimonial entre homosexuales, etc.
¿Cuál debe ser el comportamiento de un creyente testigo de tal evolución? Educar una familia en este ambiente es cada vez más difícil.
El creyente, ¿tiene derecho a hacer concesiones?
¡No!; él halla un inquebrantable fundamento para su fe, en la Palabra de Dios, la verdad que no cambia, si bien se encuentra aislado frente a la opinión general (Lo que la Palabra llama el mundo) y a veces tiene que pasar por ingenuo o atrasado; pero puede firmemente contar con esa Palabra, tan actual e instructiva, como en la época en que fue escrita.
Demonio, mundo, y carne,
más envidia y vanidades,
son unas pocas maldades
que tenemos que dejar;
Mas, no es fácil de olvidar,
miles de calamidades.
Estamos aquí tres días;
Pero es necio el corazón,
pues siempre “tengo razón”
porque es muy grande el orgullo,
por vivir como un “capullo”
que está dentro de la flor.
El pobre, con sus miserias,
y el rico, con sus grandezas,
los dos cometen torpezas
por la ignorancia infinita,
que a los dos les debilita,
y les llena de tristezas.
Las riquezas, valen mucho.
¿Cómo lo voy a negar?
Pero, para navegar,
el marino ha de ser ducho;
Más, por todo lo que escucho,
ser feliz, es mucho más.
Ten la conciencia tranquila,
y da amor al enemigo,
y saldrás muy bendecido;
Pues no cobran por amar,
ni te maldicen por dar,
lo que tienes prometido.
La conciencia bien tranquila
es la paz de nuestro ser,
y esto es fácil de saber;
porque, no existe un consuelo,
que no venga desde el Cielo,
como puedes comprender.
Cecilio García Fernández
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