La lengua es un bisturí,
en manos de un traficante,
y si te hacen un trasplante,
bueno te ibas a quedar;
pues tu piel se iba arrancar,
por detrás, y por delante.
El bisturí corta poco
comparado con la lengua;
porque esta crece, no mengua,
y el bisturí no destroza;
pero la lengua, se goza,
porque no tiene vergüenza.
La lengua es un polvorín
con la mecha ya encendida,
y está siempre decidida
a explotar al más amigo,
y sé bien porque lo digo,
porque en mí, tengo la herida.
Si haces bien, recibes mal:
ya me pasó muchas veces:
y aún duele, y te estremeces.
Vuelven las repeticiones,
y ya nadie entra en razones,
aunque ven, que desfalleces.
El príncipe de este mundo
es astuto y gran ladrón,
que roba sin más razón
al más incauto inocente;
porque lo admite la gente
que vive sin ilusión.
Nuestra lengua, es veneno,
que supera a la serpiente,
que te inyectan, tan vilmente,
destrozando el corazón;
¿Qué me importa la razón,
si mi cuerpo ya está inerte?
Cuídate del “adulón”
que te viene a echar el lazo,
y se tira en tu regazo
haciéndote carantoñas,
pero come las carroñas,
cuando ya están en pedazos.
Antes de escuchar al hombre,
y también a la mujer,
todos debemos saber,
de que raza viene el galgo,
porque el saber, vale algo,
cuando hay mucho que perder.
De tal árbol, tal astilla,
dice un refrán, que ya es viejo,
por eso, guarda el “pellejo”,
y mira quien te acompaña;
porque un ser, con mala saña,
anda con malos consejos.
Si te dicen, que estas dulce,
igual que lo está la miel,
procura no ser infiel;
pero mira de reojo,
ya que a veces, hasta un “piojo”,
pincha más que un alfiler.
¡Sé que lo pongo difícil,
y alguno está preguntando:
Si es un merengue, ó es tango!
Y cómo lo hay que bailar.
¡Lento, sin precipitar;
Pero, marca bien el paso!
La vida, es una rumba
que bailada con salero,
siempre tendrás compañero
que te proponga bailar;
pero antes, te has de fijar,
si hasta bailando es sincero.
Controla tus amistades;
porque hay gente muy galante,
que te traiciona al instante,
y cuando ya te das cuenta,
viene otro, y te revienta;
porque el mal es abundante.
¡Vive Dios! ¡Él nos escucha!;
porque él solo enseña amor;
Por eso, hoy el dolor,
es alimento constante,
y como no hay quien lo aguante:
¡Un calmante, por favor!
Cecilio García Fernández
San Martín de Podes
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