miércoles, 14 de julio de 2010

ALABANZAS

Cuando me pongo a tocar,
con mi amada -la guitarra-
estoy alabando a Cristo,
y el alma se me desgarra,
pues los acordes son dulces,
como el fruto de una parra.

Yo pido a mí Redentor,
con súplicas lastimeras,
que cuando le adore a Él,
que no toque a la ligera;
porque, el toque más grande,
es darle mi vida entera.

Yo no toco para “santos”,
fabricados con madera,
porque son pura quimera
con beneficios, no santos.
Yo toco para el Señor,
que jamás me da quebrantos.

Yo toco de corazón,
con mi música sincera;
con humilde corazón.
Esto no lo hace cualquiera
-toco con gran ilusión-
fruto de fe verdadera.

Cantando me he de morir,
ya que el canto me levanta;
y hasta puedo sonreír,
y lo tengo que decir,
pues vivo con esperanza.

La música, y las artes,
son un don espiritual,
que nace dentro del alma,
porque el alma es inmortal.


Mi mano, está mullida,
y flaca en su consistencia;
pero lucho con paciencia,
pues sé que está muy dolida,
por una triste caída;
Por una gran imprudencia.

¡Pero a mi nada me importa!
¿Quién conoce mi destino,
no siendo mi Dios Divino?
Aunque soy un hombre torpe,
¡Cristo siempre es mi soporte!
¿Lo será de mi vecino?

Que nadie me hable de penas,
con lo que yo estoy pasando,
ni vayas venir llorando,
que no soy ningún mecenas.
Tú, cumple con tus condenas;
más no te estoy condenando.

Yo ya nací sentenciado,
¿De que me puedo quejar?
Jamás debo de olvidar,
que yo poco puedo dar;
ya que solo sé adorar,
al que me dio la existencia.

Tengo un ser que me protege,
y es el Espíritu Santo,
que está muy dentro de mí,
porque Dios lo quiso así;
aunque no merezco tanto.

Creo que esto queda claro,
y no existen más razones;
aceptemos el regalo,
y alegren los corazones.


Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes

No hay comentarios:

Publicar un comentario